miércoles, 29 de enero de 2014

La luna.

"Tan alto como la luna."


David posó la punta de su pluma en su tupida perilla que tantos años le había acompañado, pensando qué escribir. Normalmente le llevaba poco tiempo decidirse, y en esta ocasión no fue distinto. Miró por la ventana, y la enorme luna llena le inspiró. A partir de ahí, la pluma escribía sola, como siempre:

"La Luna. Siempre ahí, siempre brillando. Siempre he querido hacer su trabajo, iluminar en los paseos de los enamorados, inspirar a poetas, artistas, soñadores... ser el centro de atención en la noche, sobresaliendo entre las demás estrellas, ser en la que más se fijen, por desgracia, y desde que tengo memoria, nunca ha sido así. Nunca nadie se ha fijado en mí. He vivido, vivo, y viviré en una segunda fila permanente respecto al resto del unverso.

Incluso cuando era niño, cuando iba a preescolar, la profesora a veces cuando pasaba lista al final de clase, pensaba que ni siquiera había ido, porque siempre he tenido la capacidad de pasar desapercibido, inadvertido:

- López, David. ¿¿No ha venido hoy??
- ¡Profe! ¡¡Estoy aquí!!
- Perdona cielo, no te había visto...

Y así siempre, entre mis amigos incluso, siempre estaba ahí pero nunca se notaba. Siempre se ha podido contar conmigo para cualquier cosa, pero poca gente lo sabe, siempre dispuesto a ayudar, siempre ahí para echar una mano, pero eso da igual, a quién le importaría.

Quizá cuando peor lo pasé fue en mi etapa de adolescente, ya que vivir en un segundo plano había desarrollado en mi personalidad un tremendo extrovertismo, no tenía reparo alguno en hablar con cualquier desconocido y entablar conversación con alguien. La timidez no era el problema, solo la cruz que me acompañaba desde siempre, nadie se fijaba en mí.

Parece difícil de entender, y seguramente lo sea. Igual puede hasta la impresión de que esté exagerando, que sea un inténtico patético de dar pena, pero no lo pretendo, nunca lo he hecho, y nunca lo haré, no sé dar pena, quizá la doy por mí mismo. Esto jamás lo va a leer nadie. De todas maner..."

David dejó de escribir, arrancó la hoja, y la tiró al fuego de la chimenea con toda la rabia que un hombre puede acumular durante años y años de soledad.

-¿Qué estás haciendo David? Deja de hacer gilipolleces. -Se gritaba para sí mismo, mientras una lágrima recorría sus marcadas y triste facciones. -Vamos a por algo para picar a la nevera.

El reloj.

"Reloj, no marques las horas." 


Al levantar la cabeza David ve que el reloj indicaba con su viejo tintineo que acababan de dar las diez.

-Puto reloj. -murmulló David frunciendo el ceño. Siempre había odiado ese reloj, pero nunca se había deshecho de él ya que le traía demasiados recuerdos. Recuerdos que, muy a su pesar, jamás podrá olvidar.

Sacó un viejo y usado moleskin y su desgastada pluma del bolsillo de la bata, y suspiró.

Una fría noche.

"Pensamientos al azar, reminisciencia del día mezclada con algunos recuerdos del pasado."



Una fría noche, David no conseguía dormir, así que se sentó frente la chimenea a escribir con su vieja pluma, fiel compañera de interminables e insomnes veladas. Comenzó a escribir una pequeña historia, una historia que ni él sabía cuando iba a terminar...

Esta historia será un viaje, un viaje a través de experiencias vividas, sueños, ilusiones, anécdotas, historias, fantasías...y cualquier cosa que le pase por la cabeza a un loco armado con papel y pluma.

Bienvenidos. Tomen asiento y abróchense los cinturones.